domingo, 23 de noviembre de 2014

Juicio de Dios sobre México



México lleva ya varios años padeciendo a causa de la violencia. Violencia en sus calles, sus campos y sus casas... Las casas... Después de todo, todo inicia en la casa, en la familia... ¿o no?


El problema en México es que estamos tan acostumbrados a la violencia, que ya no nos afecta. Nos ofende que hayan desaparecido 43 estudiantes, y fue la gota que derramó el vaso, pero ¿qué hemos hecho como sociedad? Hemos respondido con violencia.


Yo no he estado presente en ninguna de las manifestaciones, pero no puedo desligarme de la culpa de la nación. Como ciudadano de México tengo que reconocer que en mi país es más fácil conseguir (y ganar) una demanda por maltrato animal, que por homicidio. Es más fácil lograr que la gente hable con "valentía" sobre su equipo de fútbol favorito, que sobre la violencia real. Es más fácil que la gente asista a protestas y manifestaciones (muchas veces violentas) contra el gobierno corrupto, que solicitarle y lograr que traten con gentileza y cortesía a las personas. Es más fácil que en los noticieros hablen y critiquen las compras de inmuebles de la primera dama, que denuncien las evidentes manipulaciones de los medios para tapar a la oligarquía. Es más fácil hablar mal del gobierno que "nos tiene pobres", que ponerte a hacer bien tu trabajo con honestidad y honradez.


Yo confieso que soy parte de ello, porque aunque no he participado de estas cosas, tampoco las he denunciado con valentía. He dejado que la comodidad de mi relativamente estable situación deje que mi consciencia grite en el fondo de mi mente, e incluso comente en voz alta, cuando ello es "seguro".

Seguridad. Esa es la palabra que todos los mexicanos sentimos que poco a poco se disipa de la realidad que vivimos. Cada vez es mayor la sensación de inestabilidad en el país, sobre todo cuando los noticieros prácticamente no reportan nada de los hechos relacionados con las protestas sociales, cuando han dejado de informar sobre los resultados de la investigación de los 43 normalistas, cuando es más fácil encontrar información que suena coherente y verídica acerca que nuestro país fuera de él que en nuestro "México lindo y querido".

El ambiente huele a revolución, a guerrilla, a guerra civil. Amenazas directas a la vida y seguridad del presidente de manera abierta en protestas sociales en medios electrónicos y en plazas sociales, es un claro síntoma de que las personas están a punto de gritar "Mexicanos, al grito de 'guerra'".

No apoyo al gobierno corrupto que ha permitido la impunidad, el testimonio falso, el juicio torcido, el cohecho, la estafa, el robo al desprotegido, el abuso de autoridad... y todas las impiedades que todos los mexicanos sabemos que ocurren en nuestra nación. No lo apoyo, pero tengo que confesar que tampoco puedo apoyar a las multitudes enardecidas que atacan a la policía, los negocios, las oficinas públicas. Toda la sociedad se ha vuelto tan violenta como el gobierno que pretende denunciar, y ha cometido actos vandálicos y amenazas a figuras públicas en puestos de autoridad, pretendiendo ser más justos que éstos.

No. En México no hay justicia. En México no hay derecho. No los hay porque "no hay justo ni aún uno".
Porque aún los que no hemos participado en dichos actos, tendemos a actuar con desinterés respecto a lo que acontece, o a compartir o comentar con frivolidad sobre las denuncias de otros realizadas con violencia, sarcasmo, altivez o presunción. Además están las personas que con violencia de palabras, con amenazas o con los golpes, intentan resolver sus problemas con otras personas. Gritos, en lugar de razones. Golpes, en lugar de argumentos. Amenazas, en lugar de gentileza. Indiferencia, en lugar de compasión.

Y pretendemos echarle la culpa a los gobernantes. A fin de cuentas ellos están ahí porque el país los eligió; elegidos por bonitos, por populares (o populistas, ya no encuentro la diferencia), por raza, por... por no sé qué, menos por ser justos (nadie quiere justicia, porque en el fondo todos sabemos que tenemos deudas pendientes con la justicia), honestos o serviciales. Elegimos a los que demuestran mayor capacidad para la ironía, para el sarcasmo, para la burla, para manipular la verdad, para hacer promesas con su boca que su corazón no pretende cumplir.

Pero aunque es nuestra culpa que el país se encuentre en este estado, no es nuestra mano la que ha traído sobre México todo lo que padece.

A fin de cuentas Dios es Soberano. La Biblia nos dice que Él levanta naciones y las derriba, pone reyes y los quita. Y tiene el derecho por ser el creador. Y no podemos quejarnos, porque estamos condenados a muerte por nuestras transgresiones; antes deberíamos maravillarnos de que no nos haya destruido ya.  Él hace lo que quiere y no hay quién lo detenga ni le reprenda, ni a quién le tenga que rendir cuentas. Todo lo contrario, nosotros ciertamente le rendiremos cuentas a Él, y Él castigará con justicia a quienes haye culpables.

Y podríamos preguntarnos: ¿Qué le interesa mantenernos con vida en este mundo lleno de sufrimiento para después castigarnos por nuestros crímenes? ¿Por qué castiga a una nación que como quiera castigará después? La respuesta es: No le interesa. Su juicio final llegará. Pero quienes sí le interesan son sus hijos, los que ha adoptado en su pacto, comprados con la sangre de Cristo por medio de la Cruz. Su pueblo sí le interesa y hace todo lo que hace en la historia por el bien de su pueblo.

Él es padre de todos los creyentes, y el padre, al hijo que ama, disciplina, y azotará con vara, pero salvará su vida. Todos los grandes hechos que vemos que ocurren en la historia al rededor de sus hijos, los realiza por el bien de su pueblo, si persecución, si aflicciones, si injusticias, todo es para la santificación de su pueblo, nos pasa por horno de fuego para probarnos y purificarnos de toda impureza. Y las impurezas no son las manchas de las acusaciones injustas que nos hacen, sino de las injusticias que nosotros cometemos.

Toda la tierra le pertenece y toda vida es suya. Y está dispuesto a traer calamidades sobre todos para santificar y disciplinar a su pueblo.

Sí. Somos los creyentes mexicanos los culpables de que México se encuentre en este estado tan deplorable. Cuando su pueblo no es fiel, Él trae calamidad sobre las naciones en las que su pueblo es infiel para disciplinarlo (Jeremías, Ezequiel).

Los cristianos en México no hemos sido fieles en defender la verdad del Evangelio, denunciar la corrupción y ser obedientes a su Ley. Somos la sal del mundo y hemos dejado de salar. Es más fácil compartir en las redes sociales "si eres cristiano, comparte esto" o cosas similares, que ponernos a leer la Biblia y a orar unos por otros y unos con otros. Es más fácil darle "me gusta" ("like") a las denuncias superficiales que las personas hacen del gobierno, que arrodillarnos y confesar nuestros pecados ante el Trono de la Gracia. Es más fácil compartir fotos de paisajes con textos bíblicos que denunciar con valentía los crímenes de los que somos testigos.

Es muy cómodo, además, asistir a la iglesia a escuchar el sermón y la clase de la escuela dominical, cantar himnos y coritos, pero regresar a nuestra vida diaria y continuar como si lo que ocurrió en la iglesia nunca hubiese pasado. Indiferentes a las palabras de las Escrituras, a la reprensión del Espíritu Santo. Por ello surgen cantantes que se hacen llamar cristianos, pero que en sus cantos están más preocupados por el sentimiento del que canta (o escucha) que por glorificar a Cristo. Por eso existen tantos falsos predicadores que engañan y estafan a la gente prometiéndole la "bendición de Dios" (entiéndase: prosperidad económica, salud y bienestar temporal) a cambio de unos cuantos billetes; claro, es más fácil pagar un poco de dinero que cambiar nuestra forma de vivir, que obedecer la Ley de Dios, que amar a Dios.

Tenemos que reconocer que Dios disciplina a sus hijos. Nosotros no somos príncipes ni princesas. Jesucristo es su hijo unigénito y el Rey de todo. Nosotros somos hijos adoptivos, y reinaremos con Cristo; pero también somos sus siervos y como tales debemos obedecer y someternos a su disciplina. Tenemos que dejar de buscar las promesas de Dios, para iniciar a obedecer sus mandamientos; por cierto, Dios promete castigar a su pueblo si no obedece sus mandamientos; esa sí es una promesa de Dios, pero no es una que nos gusta recordar y mantener presente en nuestra mente.

En el libro de Jeremías, Dios advierte del juicio que vendrá sobre Judá, y cumplió. Hubo quienes lograron escapar a otras naciones, y entonces Dios anuncia que sobre esas naciones también vendrá juicio a causa de su pueblo infiel que quiso evadir el juicio de Dios. También anuncia juicio sobre Babilonia (la nación que Dios utilizó para castigar a su pueblo) porque invadió con violencia y profanó el Templo de Dios. Nadie escapa del juicio de Dios cuando hay culpa en él, ni siquiera los impíos que Él utiliza para castigar a su pueblo.

Su pueblo no ha permanecido en el Evangelio, sustituyendo la Gracia de Dios por las obras de la carne, el estudio de la Palabra por los engaños del enemigo, la oración por actualizar el estado en facebook (o la red social que se te antoje). Hemos cambiado lo eterno por lo temporal ("actual" es como le llamamos). Lo celestial por lo terrenal. Lo sagrado por lo mundano. La obediencia por la indiferencia. La belleza por la voluptuosidad. La bondad por la violencia. La gentileza por la injuria.

Ahora México está cayendo en las manos de criminales (arma en mano así como de cuello blanco) y es a causa de que su Iglesia no ha sido un testigo fiel. Si nos preocupa esta situación lo suficiente como para pedir que oremos, preguntémonos también qué tantas cosas debemos confesar delante de Dios. Seamos honestos y humillémonos delante de la Santidad de Dios y de su Justicia. Reconozcamos que necesitamos de su misericordia y clamemos por su perdón. Hagámoslo como Iglesia, en conjunto, de manera corporativa, como un cuerpo. Hagámoslo como el cuerpo de Cristo, siendo obedientes a nuestra cabeza, nuestro Rey, nuestro Señor.